Saltar al contenido

Tus textos aburren. Tus clientes se van. Y tú ni te enteras

No soy copywriter. Pero hago que te compren sin que tengas que rebajarte

Una vez, mientras doblaba la ropa, pensé en lo absurdo que es intentar tener la vida perfectamente planchada.

Sin arrugas, sin manchas, sin historia.

Yo no, gracias. 

No puedo, ni quiero.

No aguanto ni media jornada en la oficina. 

Ni a quien intenta controlar mi tiempo. 

Ni esclavizarme en nómina.

– Eres un alma libre –me decía mi entrenador.

Si algo he aprendido en la vida es que, cuanto más intentas plancharla, más te olvidas de vivirla.

Por eso no vendo imagen.

Vendo ideas que hacen que la gente diga “sí”.

Escribo para que tus textos no solo suenen bien.

Sino, para que vendan.

Para que provoquen.

Para que te compren antes de terminar de leer.

No tengo tiempo para postureos.

Y tú tampoco deberías.

Me gano la vida provocando decisiones.

Si no provoco, no cobro. Así de simple.

No tengo marca personal con lucecitas.

Tengo textos que responden. Que conectan. Que venden.

Si has aterrizado aquí buscando perfección… te has confundido de puerta.

Yo no soy de los que gritan fuerte. 

Solo digo lo que hacía falta oír.

Y si te sirve alguien que escribe con las manos manchadas de vida, puedes suscribirte a mi newsletter. 

También puedes no hacer nada.… y seguir planchando tu vida como si no pasara nada. Pero luego no digas que nadie te ofreció otra manera.

Escribo un email todos los días. 

Aprendí esto de alguien que escribe con la verdad que duele y lo he visto aplicado en cientos de negocios.

No puedo decirte que lo que hago es algo único e innovador. No lo es, pero funciona.

Así que, si decides quedarte, que no sea por curiosidad.


Que sea porque también estás harto de plancharte el alma para encajar.

Porque quieres leer palabras que van con el cuchillo afilado.

Que se escuche lo que no se dice. 

Y que si supieras detectar el miedo en una pausa…

O el deseo detrás de una objeción…

Venderías sin levantar la voz. 

No sé si vendes velas, cursos o ilusiones… pero olerte debería tener consecuencias.

No vengo a salvarte

Solo escribo.

Cuando dejo de hacerlo… algo en mí se apaga.

Por eso escribo para remover.

Y para que después de leerlo, algo se mueva en ti.

Aunque sea una palabra. Un pellizco. Una certeza.

Que algo se te desordene por dentro.

Porque si no te sacudo, soy solo otra voz más.

Y para eso… ya está Twitter.

No me verás bailando en redes ni mendigando likes.

Prefiero llegar sin empujar.

Escribir desde el respeto.

Y, si acaso, incomodar con cariño.

En mis emails hablo de ventas. Y de la vida.

Porque, si lo piensas, son lo mismo. 

Cada correo es un chupito de verdad.


A veces golpea. A veces reconcilia.

Pero nunca te deja igual.

Y sí, en cada uno te voy a vender algo.

Porque lo que hago vale.

Y porque vender no es molestar, es ofrecer algo que puede mejorar tu vida.

Si decides aceptarlo.

No escribo para todos.


Escribo para los que no quieren parecer profesionales, sino ser inolvidables.

Para los que están hartos de frases de taza.

Para los que valoran su tiempo y no están para giIipoIIeces.

Para los que saben que vender es un acto de amor, no de mendicidad.

Suscribirte es gratis.

Darte de baja, también.

Si te quedas… cada email puede ser una bofetada, un abrazo, o las dos cosas a la vez.

No vengo a gustar.

Vengo a provocar.

Porque si no se nota… no sirve.

Si has llegado hasta aquí y te dan ganas de doblar la ropa sin plancharla, suscríbete. Y si no… pues ya sabes cómo se plancha.

A partir de mañana, un email al día para vender mejor y vivir más libre.